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En momentos en que el país enfrenta una situación crucial por cuenta de las constantes alzas de la gasolina, medida que ha impactado directamente el bolsillo de los colombianos, el GNV definitivamente se ha convertido en una alternativa de alivio para los taxistas, los propietarios de vehículos particulares, los transportadores de carga pesada y los sistemas masivos como Transmilenio.
Y es que, definitivamente, este año, y particularmente los últimos meses, el país ha evidenciado un contraste en el uso de los combustibles que se ha visto reflejado, por un lado, en la molestia que genera mes a mes el fuerte incremento de la gasolina (mientras llega el del diésel en 2024), y por el otro, la búsqueda del gas como una solución prácticamente inmediata ante el mencionado incremento.
Las cifras hablan por sí solas:
A lo anterior, vale la pena contextualizar a los lectores recordando que el GNV, a lo largo de las dos últimas décadas, ha logrado posicionarse en el país en varios segmentos (transporte de pasajeros, usos comerciales, transporte de carga, etc.). Durante más de 20 años, se ha desmitificado su uso y la baja percepción de calidad de la cual se hablaba al comenzar el nuevo milenio, pues con el transcurrir de los años se han mejorado notablemente los procesos de calidad, auditoría, implementación de talleres, reglamentación, experiencia, formación de técnicos y desarrollo tecnológico, entre otros aspectos. Por esta razón, hoy goza de buen prestigio y gran credibilidad.
Además, la industria del GNV se está viendo beneficiada con la construcción y ampliación de la red de Estaciones de Servicio, así como con la reciente constitución del fondo de financiación para la sustitución de flota, previsto para iniciar este mes de octubre.
Ante este panorama, es necesario preguntarse ¿qué falta? La respuesta nos lleva a pensar en dos aspectos fundamentales: las reservas con las cuales cuenta el país y la política energética de Gustavo Petro. Si bien, Colombia es un país privilegiado en cuanto a recursos naturales, las reservas de gas con las cuales cuenta necesitan un proceso de extracción y por ende la participación y motivación de las empresas del sector. Esta promoción sólo es posible con el acompañamiento del Estado, a través de una política energética firme, confiable, con lineamientos claros, con respaldo y garantías en el mediano y largo plazo. Sólo así será posible pasar del papel a la realidad, llevando a la práctica lo que se plasmó en la ley 2128 de 2021, donde se promueve el gas combustible como eje de la transición energética.